Mis Doce Personas
Los miembros de tu iglesia te están mirando con esa mirada. Ya sabes, la mirada que dice: “Pastor, ¿qué está haciendo para llenar todos estos bancos vacíos en la iglesia?” Quizá rememoran los días de gloria cuando el lugar estaba completamente lleno. ¿Puedo tranquilizarte un poco hoy? Sé cómo te sientes. Estás agotado. Estás tratando de predicar tu próximo sermón estrella, pero las personas están allí sentadas, inconmovibles. Tu nivel de estrés se eleva al ritmo de tu carga laboral, y sabes que no tienes forma de trabajar más todavía. Tu presión arterial está elevada, y la asistencia es baja. Te encantaría ver a tu congregación activada. Quieres experimentar una colaboración con ellos, en lugar de sentir que estás solo, allí arriba de la plataforma. Entonces, ¿qué haces?
¿Puedo compartir contigo algo que cambió la perspectiva de los miembros de mi iglesia? Me gustaría mostrarte cómo algunos de los asistentes a la iglesia llegaron a ser discípulos comprometidos de Cristo. Quiero que ves cómo hacer una cosa causó que una atea insista en tener estudio bíblicos en un grupo pequeño; una peluquera pidiera consejo espiritual; un vecino muy cascarrabias llegara a ser mi mejor amigo; un anciano inventara un nuevo paradigma para los servicios de ungimientos; mi vecino no creyente me preguntara por mi testimonio; un equipo de rodaje alemán, secular, me entrevistara sobre la importancia de la espiritualidad; y tenga una lista creciente de encuentros mágicos como resultado de simplemente hacer esta única cosa.
Como pastores, ¿qué estamos tratando de construir? ¿Asistencia? ¿Comunidad? ¿Reputación? ¿Compromiso? Todos sabemos en lo profundo de nuestro corazón que ninguna de estas cosas será posible ni sostenible a menos que estemos construyendo discípulos. Esta lista de cosas que deseamos son simplemente las consecuencias de construir discípulos que crecen. Entonces, ¿qué es un discípulo? Generalmente asociamos el discipulado con el estar involucrado, pero yo desafío eso. Tengo una buena cantidad de miembros que están involucrados, pero no están comprometidos a un discipulado en crecimiento. En mi opinión, debes realizar una inversión (de tiempo, talentos y/o dinero) para estar en un caminar de discipulado. Debes sacrificar algo para experimentar el riesgo total del discipulado. Una de las mayores negligencias dentro de la cultura eclesial actual es que un miembro se puede considerar cristiano de por vida, pero nunca entrar en la categoría de discípulo. Cuando Cristo llamó a sus doce, no dijo: “Revisen su calendario y vean si les quedan bien el primer y el tercer fin de semana del mes”. No. Él dijo: “Sígueme”. Entonces, les mostró de manera intencional cómo hacer una cosa una y otra vez, en diversos contextos.
Eso es lo que hizo Laurie. Ella hizo una cosa, y el Espíritu Santo la guio a una de las experiencias más memorables de su vida. Ella vive en West Virginia, pero su hermana, Carolyn, que vive aquí en Loma Linda, California, compartió con ella lo que estábamos haciendo. Laurie leyó e investigó nuestros materiales y se embarcó en su viaje de discipulado. Inmediatamente, sintió que el Espíritu Santo la impresionaba a comenzar un grupo pequeño de estudio de la Biblia. Había un solo problema. Laurie nunca antes había dirigido un grupo pequeño. Pero la impresión de Dios era fuerte, y Laurie supo que tenía que avanzar. Siguió nuestro esquema de discipulado y oró pidiéndole a Dios que la ayudara a hacer una lista de doce personas con las que compartir el amor de Dios. [Sabrás más sobre nuestro esquema de discipulado en breve.] Dios conmovió su corazón, y ella comenzó a llamar a las personas en su lista para invitarlas a su hogar para este estudio bíblico. Todos dijeron que sí, y ella se emocionaba más y más al avanzar con los nombres de la lista. La persona número 12 era un ateo. Laurie hizo una pausa. ¿Cómo podía llamar a esta atea e invitarla a un estudio bíblico? Laurie ya sabía la respuesta que recibiría. ¿Para qué llamar? Pero el Espíritu Santo no dejaba en paz a Laurie. No podía hacer otra cosa, así que la llamó. Se preparó para el rechazo asegurado pero, para su sorpresa, la atea dijo: “¡Seguro! Suena divertido”.
Si la historia terminara aquí, ya sería asombrosa… pero todavía mejora más. Luego de varias semanas de dirigir este estudio bíblico en grupo pequeño, Laurie tuvo que viajar a Tennessee para una boda. Le avisó al grupo que estaría de viaje por dos semanas, y les pidió que consideraran si querían continuar cuando ella volviera, y si pensaban que era un buen momento para hacer un corte. Para sorpresa de todos, fue la atea quien protestó y dijo: “Tenemos que seguir reuniéndonos. ¡Podemos continuar mientras estás de viaje!”
Shawna hizo esa una cosa y completó su lista de doce personas un domingo. Una de las doce personas era su peluquera. Al día siguiente, tenía un turno con ella y fue. Hasta ese día, se conocían desde hacía 17 años, y Shawna nunca había tenido una conversación espiritual con su peluquera. Pero como hizo esa única cosa, apenas le puso la capa, la peluquera la preguntó a Shawna: “Tú eres cristiana, ¿verdad? ¿Te importaría que hablemos un poco sobre cosas espirituales?” Y por primera vez, Shawna pudo compartir con ella las buenas nuevas del Evangelio.
Don y Sandy tienen una hermosa casa al lado de un lago en Michigan. Allí pasan sus vacaciones de verano. Había un solo problema que obstaculizaba que este lugar sea su oasis de paz: su vecino cascarrabias y fastidioso. Él se quejaba a gritos con Don y Sandy sobre su patio, su cerca, y hasta su presencia misma. Todo parecía enojarlo. Don y Sandy hicieron una sola cosa: pusieron a este vecino en su lista y oraron específicamente por él. Sandy sintió que debía hornear unas galletitas y llevárselas a su vecino. Ella siguió esa inspiración del Espíritu e hizo exactamente eso.
Cuando Sandy tocó a la puerta, el vecino cascarrabias le abrió. Aceptó con nerviosismo el plato de galletitas y llamó a su esposa para que se acercara. Luego de unas presentaciones incómodas, Sandy regresó a su casa preguntándose qué saldría de esto. Esa tardecita, Don recibió una llamada telefónica del vecino, invitándolos a ir a cenar. En la conversación, le preguntó si ellos tenían alguna alergia alimenticia. Don le explicó que ellos eran vegetarianos, a lo que el vecino respondió con alegría: “¡Eso es genial! Mi esposa está tratando de ser vegetariana, y me gustaría probar algunas nuevas recetas”.
Ya van dos veranos que Don y Sandy han aceptado la invitación semanal de sus vecinos de ir a cenar. Sandy me contó en su último informe que ese vecino que era tan cascarrabias acababa de pasar todo el día preparando un soufflé mediterráneo vegetariano para ellos. Ahora ríen juntos, comparten historias, comparten la vida, y comparten su caminar espiritual. Todo porque Don y Sandy hicieron una sola cosa.
Pam se me acercó en la recepción de la iglesia, muy entusiasmada, para contarme lo que estaba ocurriendo porque estaba siguiendo nuestro nuevo esquema de discipulado. Compartió cómo Dios la estaba usando con algunas de las personas en su lista, pero comenzó a verse un poco preocupada al hablarme sobre una de las últimas charlas que había tenido.
–Una de mis doce personas va a otra iglesia, y traté de llamar a uno de sus pastores para que fuera a su casa y lo ungiera. Él tiene cáncer. Ninguno de sus pastores le respondía a mi amigo, así que pensé… que yo soy anciana local, y Santiago 5 dice que si eres anciano de iglesia puedes ungir, ¿cierto?
Yo sonreí y asentí.
–Así que fui a su casa y lo ungí. Espero haberlo hecho bien. Primero, puse un poco de aceite de oliva en el dorso de sus manos para simbolizar que Dios todavía podía obrar su voluntad por medio de él. Luego ungí sus pies y oré pidiéndole a Dios que lo guiara en su caminar. Ungí sus lóbulos de las orejas pidiendo que pudiera oír mejor la voz de Dios. Ungí sus labios, para que hablara la voluntad de Dios. Ungí su frente para que tuviera una mente como la de Cristo. Y finalmente, ungí su cabeza, para que el Espíritu Santo lo llenara completamente en ese momento.
Ella se veía muy tímida.
–¿Hice algo mal?, –preguntó.
Yo estaba atónito.
–Pam –le dije con lágrimas en los ojos–; ¡creo que yo lo he estado haciendo mal todos estos años! ¿Te importaría que copie este modelo para los ungimientos que haga de ahora en adelante?
No sé cómo te estás sintiendo luego de leer esto, pero esta experiencia me dejó en mis rodillas. En un mundo en que nos hemos vuelto muy confiados de haber aprendido todo lo necesario para llevar adelante un ministerio exitoso, Dios todavía tiene una cantidad infinita de métodos para compartir con nosotros, para ayudarnos a recalibrar el mundo cambiante que nos rodea. Y todas estas experiencias, y más, han ocurrido en mi iglesia porque elegimos hacer esta única cosa.
¿Cuál es esta única cosa? Profundicemos un poco.
Eres un seguidor de Cristo, ¿cierto? ¿Por qué crees que te llamó a ti a seguirlo? ¿Para salvarte? ¡Por supuesto! ¿Quizá porque te ama? ¡Absolutamente! Pero como seguidor, ¿dónde piensas que te está llevando? Si la respuesta es simplemente que te hace ir y venir de tu sofá a tu banco de iglesia en un patrón protector hasta que venga a buscarte para llevarte al cielo, eso puede volverse aburrido y desapasionado muy rápido. También puede convertir rápidamente lo que la iglesia está produciendo, de discípulos espirituales a discapacitados espiritualmente. Además, si estamos siguiendo a Dios con la intención de perfeccionarnos y rendir homenaje a Dios para ser parte del afortunado remanente que llevará al cielo, nos volveremos narcisistas, exclusivistas y desconectados del mundo al que Cristo nos mandó ir. Entonces, ¿qué significa ser un discípulo que crece y responde a la comisión de Cristo de “ir y hacer discípulos”? ¿Cómo lo definió Jesús?
Jesús se encontró continuamente rodeado de personas. Los amó a todos. Amó a los más de 5.000 que se quedaron después del almuerzo para oír sobre el Reino. Amó a los 500 que lo siguieron siempre que podían. Amó a los 120 que se reunieron en el aposento alto para orar pidiendo la dirección de Dios en Pentecostés. Amó a los 72 que fueron de casa en casa compartiendo las Buenas Nuevas. Pero había algo sobre los 12 que mereció su expresión más profunda de amor. Estos son con quienes él vivió, caminó, durmió, enseñó, pescó, sanó, navegó, comió, y finalmente, murió. Cristo invirtió una gran parte de su tiempo en estos doce discípulos. Eran diversos en sus personalidades, oficios y creencias religiosas. Al menos uno, Mateo, no asistía a la iglesia.
Luego de vivir como un ejemplo, Jesús nos mandó a ir y hacer discípulos también (Mat. 28:18-20). En principio, nos pidió que encontráramos doce personas a las que amar; para invertir el amor que Dios nos da, nuestra esperanza insaciable por el cielo, y nuestra preocupación sincera por la humanidad. Nos pidió que replicáramos intencionalmente sus enseñanzas y su punto de vista, pero con el sabor distintivo del amor (Juan 13:34, 35).
Roy Ice es el orador y director del ministerio de transmisión por televisión, “Faith for Today”. Escribió el libro Las 12 Personas Que Amas mientras trabajaba en su posición anterior como pastor de Desarrollo de Recursos en la Iglesia de la Universidad de Loma Linda.
Este artículo es un extracto del libro Multiplica, recientemente disponible. El libro Multiplica es un regalo de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana para todos los pastores y pastores laicos voluntarios. Para obtener el libro sin costo, comuníquese con el director ministerial o el secretario de su conferencia.