Plantar iglesias con pastores laicos voluntarios
Mi nombre es Matt Stockdale y soy un abogado que vive en Carolina del Norte. También soy profesor adjunto en una universidad local. Y soy un plantador de iglesias. Tres trabajos. Los ordené según los ingresos que me brindan, que no concuerda necesariamente con el sentido de logro que me brindan.
Cómo comenzó todo
Me sentí llamado por primera vez a plantar un iglesia allá por 2012. Era anciano de mi iglesia local y enseñaba la clase de Escuela Sabática para jóvenes adultos. Reconocí la necesidad de una iglesia donde los jóvenes adultos y quienes están desconectados de una iglesia tradicional se sientan bienvenidos y puedan estar involucrados activamente en el ministerio. En ese tiempo yo era dueño y gestionaba un despacho de abogados que ganaba ingresos de seis cifras. Pero el éxito tenía un precio: trabajaba seis días por semana, con un promedio de 80 horas semanales. Francamente, no tenía tiempo para plantar una iglesia y, como resultado, resistí el llamado por un año.
Como suele suceder, el llamado a plantar un iglesia nunca desaparece, sino que aumenta... y estoy más que agradecido por ello. En 2013 tomé la difícil decisión de cerrar mi despacho de abogados y aceptar un trabajo como fiscal auxiliar de distrito. Ahora que era un empleado del estado, tenía el beneficio de una carga laboral de 40 horas semanales a pesar de que mi sueldo se redujo en un 50 %. Esta transición no fue fácil, pero fue posible gracias a mi maravillosa esposa, Amy, quien me apoyó en mi llamado.
Con el tiempo adicional, con un equipo dedicado comenzamos el proceso de plantar lo que llegaría a ser el Triad Adventist Fellowship (TAF). Nos reunimos cada semana durante nueve meses antes de tener el primer servicio de adoración público. Como equipo central, nos convertimos en familia y desarrollamos un modelo de iglesia desde cero. Los únicos prerrequisitos para nuestra iglesia eran las doctrinas adventistas; todo lo demás era discutible. Las “vacas sagradas” fueron sacrificadas por el camino.
Durante este tiempo, leí todo lo que encontré sobre plantar iglesias. Descubrí que se recomienda tener una iglesia cada 25.000 habitantes. El área Piedmont Triad de Carolina del Norte tiene 1.6 millones de personas. Cuando hice la cuenta, quedé atónito al descubrir que necesitábamos unas 64 iglesias en un área que tenía menos de 20; menos de un tercio de la cantidad necesaria para llegar a ser un movimiento.
Pastor laico voluntarios: ¿y eso?
Me sentí animado al descubrir que mi asociación local apoyaba completamente la plantación de iglesias. Lo que al principio me pareció extraño, pero desde entonces he descubierto que es necesario, fue que mi asociación local requiere que un laico lidere la plantación de la iglesia. Esto es necesario debido a la escasez de pastores de dedicación exclusiva que hay; y se ve complicado aún más por la edad promedio elevada de los pastores de tiempo completo. Es imposible plantar la cantidad de iglesias necesarias para llegar a ser un movimiento sin utilizar pastores laicos voluntarios.
Triad Adventist Fellowship, que comenzó con 12 miembros laicos dedicados, dio inicio a los servicios públicos en julio de 2014. Crecimos más rápido de lo imaginado. Actualmente tenemos 160 miembros, y nuestra asistencia promedio es de unas 180 personas. Nunca esperé estar liderando una iglesia de este tamaño. Nuestra membresía es diversa tanto en etnicidad como en edad; es como tener un vistazo del cielo aquí en la Tierra. Estamos preparándonos activamente para plantar otra iglesia que apuntará específicamente a estudiantes universitarios y jóvenes profesionales. No podemos esperar a ver lo que Dios tiene preparado para este nuevo capítulo de nuestro viaje.
La División Norteamericana ha desarrollado un programa de pastores laicos voluntarios (VLP), que muchos de nuestras asociaciones están implementando ahora. Este programa provee las herramientas y el entrenamiento necesarios para avanzar la causa de plantar iglesias liderada por laicos en nuestra División. Como los VLPs no hemos recibido la educación del seminario, necesitamos ayuda para superar muchos de los desafíos de liderar una iglesia. En mi opinión, también es importante reintegrar algunos de los gastos de los VLP relacionados con la dirección de una iglesia local. Ser un VLP ciertamente no significa enriquecerse, en lo más mínimo; pero es importante sentirse valorado y apreciado por las muchas horas de trabajo duro invertidas en el avance de la misión de Dios.
El programa VLP no es el camino para un empleo de tiempo completo dentro de la denominación adventista. Es simplemente usar individuos dedicados y entrenados para alcanzar a quienes están lejos de Dios. Es regresar al modelo bíblico de ministerio. Los pastores de dedicación exclusiva nunca deberían temer el programa VLP. No reemplazará el valioso trabajo que ellos realizan. Nuestra misión se cumple mejor cuando colaboramos y usamos los recursos y las habilidades colectivos para avanzar la obra en nuestra División. Juntos, y solo juntos, podemos hacer que el adventismo vuelva a ser un movimiento.
¿Y ahora qué?
La experiencia como pastor laico voluntario ha sido tanto desafiante como gratificante. No tengo palabras para expresar el gozo asociado con esta experiencia. Ver personas tomar la decisión de seguir a Cristo, y luego seguirlas en esa experiencia hasta el bautismo y a ministrar activamente a otros me conmueve y me recuerda por qué lo hago.
Ministrar a “los más pequeños” en nuestra comunidad, sin condiciones, ha restaurado y fortalecido mi fe en la humanidad. En 2013, nuestra zona estaba clasificada como la segunda en los Estados Unidos en cuanto a inseguridad alimenticia. Esto significaba que las personas no sabían de dónde obtendrían su siguiente comida. Cuando vi esa estadística por primera vez, me dejó sin aliento. ¿Cómo podía una zona pequeña como la nuestra estar en peor condición que grandes ciudades? Pero así era. Como comunidad eclesial, decidimos que no nos quedaríamos con los brazos cruzados, actuando como si no hubiera ningún problema, cuando el hambre era tan predominante en nuestra comunidad. Comenzamos de a poco. Primero donamos a un banco de alimentos local. Ese primer paso nunca cesó y, hasta el momento, hemos donado más de 60.000 comidas para los hambrientos de nuestra comunidad. El métodos que usamos en bastante notable. Cada vez que una persona interactúa en la página de Facebook de nuestra iglesia, hacemos una donación a una caridad local. Esto puede ser un tema de conversación. Animamos a los miembros de la iglesia a decir algo como: “Mi iglesia hace una donación a una caridad local por cada interacción. Pregúntame más o únete a nosotros”. Cada miembro tiene amigos de Facebook que no saben nada sobre el adventismo, o que quizá no tienen una relación con Dios. Esta interacción puede, y muchas veces logra, iniciar conversaciones. Algunas de esas conversaciones han llevado a visitas a nuestra iglesia y a conversiones a Cristo.
Pero esto va más allá todavía. Cuando alimentamos al hambriento sin esperar nada a cambio, estamos siguiendo el método de evangelismo de Cristo. Estamos encontrando a personas donde están, y supliendo sus necesidades. Una vez que construimos una relación con ellos, podemos invitarlos a nuestra iglesia y ellos se sentirán cómodos viniendo porque saben que hemos suplido sus necesidades y los amamos más allá de cualquier error en su vida.
Luego de dar ese primer paso, encontramos otras maneras de combatir el hambre en nuestra comunidad. Actualmente brindamos un desayuno cada viernes de mañana a los indigentes y hambrientos en el parque de nuestra ciudad. Ya sea que llueva, nieve o brille el sol, nuestro dedicado equipo está allí cada viernes de mañana. Cuando vimos las necesidades de los indigentes, decidimos comenzar a regalar elementos básicos de higiene y ropa a nuestro prójimo necesitado. Una vez por mes proveemos una cena para cerca de 100 personas en un refugio local para indigentes. Los trabajadores del refugio nos han contado que nuestra iglesia es diferente de todos los demás grupos que proveen alimentos. La mayoría de los grupos simplemente les entrega a las personas un plato con comida cuando entran al refugio. Nosotros lo hacemos diferente. Le pedimos a cada persona que se siente y nuestro equipo los trata como invitados en un restaurante. Les traemos una bebida y un plato de comida, y luego un postre. Los tratamos como nos gustaría que nos trataran en un lindo restaurante. También nos aseguramos de siempre tener suficiente comida, para que quien quiera otra porción, o incluso llevarse un plato, pueda hacerlo siempre. Es algo simple, pero que puede marcar un impacto profundo.
El primer año pensamos que sería bueno obtener los nombres de algunas familias necesitadas y regalarles una caja de comida para el Día de Acción de Gracias. Los proveemos cajas a unas 50 familias. Luego, nos sentimos felices, pero no podía evitar pensar que podíamos hacer algo más… faltaba algo. Lo conversamos y finalmente lo descubrimos. En primer lugar, ¿por qué hacemos esto una sola vez por año? En segundo lugar, una caja de comida es algo genial, pero una relación en mejor todavía. Como resultado, cambiamos el programa. Comenzamos repartiendo cajas de alimentos al menos una vez por trimestre, y luego asignamos familias a las familias de nuestra iglesia. Un miembro de la iglesia le lleva la caja de alimentos a la misma familia siempre; y así se forman relaciones. Llegan a conocer a la familia y sus necesidades específicas.
También participamos activamente en ayudar a otras organizaciones sin fines de lucro. No hay necesidad de “inventar la pólvora” si ya hay programas muy buenos que suplen necesidades de la comunidad. Trabajamos en conjunto con un orfanato local, para ayudar a niños maltratados y abandonados a encontrar a sus familias adoptivas. Algunos de nuestros jóvenes adultos organizaron un concierto navideño gratuito donde juntamos una ofrenda voluntaria especial para los niños. Hemos trabajado con bancos de alimentos para ayudarlos a recaudar fondos y alimentos para llevar a personas confinadas y a personas que necesitan medicamentos costosos. También repartimos gift cards y pagamos el combustible para nuestros vecinos menos afortunados cuando nuestra comunidad sufrió por inesperados tornados devastadores. Estar en la comunidad permite que nuestros vecinos vean que nos preocupamos por ellos y que queremos ayudarlos, ya sea financiera, física o espiritualmente. Nuestra comunidad sabe quiénes somos, y nos piden ayuda en tiempos de necesidad.
No puedo terminar esta sección sin mencionar las acciones de uno de nuestros jóvenes adultos. Un sábado por la mañana, mientras conducía hacia la iglesia, ella vio a algunas personas paradas en la calle pidiendo comida. Dio la vuelta y los invitó a nuestra iglesia, ya que cada semana proveemos desayuno y almuerzo. Estos individuos han asistido regularmente a la iglesia y al almuerzo por varios meses ya. Los conocemos por nombre, y preguntamos por ellos cuando no vienen. Sabemos que los aceptamos como están, y con los brazos abiertos. Todo por el corazón dispuesto de una joven.
Hay muchos otros proyectos que hemos comenzado y que continúan haciendo un impacto en nuestra comunidad. Todos estos proyectos solo pueden lograrse por medio de la dedicación de voluntarios que simplemente quieren presentarle a las personas a su mejor Amigo: Jesús.
Matt y Amy Stockdale son abogados. Sus vidas están ocupadas pero no lo suficiente como para ignorar un llamado de Dios para plantar una iglesia en el 2014. El resultado de ese llamado es Triad Adventist Fellowship en Greensboro, Carolina del Norte. Mientras continúa ejerciendo la abogacía, Matt se desempeña como pastor laico voluntario.
Este artículo es un extracto del libro Multiplica. El libro Multiplica es un regalo de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana a todos los pastores y pastores voluntarios laicos. Para obtener el libro sin costo, comuníquese con el Director Ministerial o Coordinador Hispano de su Conferencia.