Discípulos que hacen más discípulos
Crecí en una iglesia en la que siempre se hablaba de “agregar” más personas, pero nunca sobre “multiplicar”. En esa iglesia había muchas actividades y programas, desde eventos para los niños y los jóvenes hasta conciertos y “semanas de evangelismo”. Estoy agradecido a Dios por las experiencias que tuve en mi iglesia.
Para muchos, este modelo de iglesia no tenía nada de malo; por el contrario, era normal y aceptable. Al mirar atrás me doy cuenta de que los líderes eran siempre los mismos, y la iglesia tenían muy poca variación en cantidad de asistentes. Había personas que se bautizaban, pero no había ningún plan para los recién convertidos. Al analizar esto llegué a la conclusión de que no era que teníamos malas intenciones, sino que no éramos lo suficientemente intencionales.
Hoy estoy convencido de que el problema de esa iglesia en particular, y el de muchas otras, es que tener una mala definición de la Gran Comisión puede mantenernos muy activos como iglesia, pero sin el cumplimiento del propósito para el cual existimos. Muchos creyentes hoy están ocupados en sus congregaciones, y llenos de responsabilidades. Hay muchos eventos, y a los calendarios les falta lugar para poder agregar más actividades. Pero todo ese movimiento no necesariamente nos hace lo que Dios quiere que seamos.
El sueño de Dios es que seamos discípulos que hacen discípulos
Mientras Jesús llevaba a cabo su ministerio público en la Tierra, su llamado a la gente siempre fue a que lo sigan. Lo hizo con Mateo, Felipe, Pedro, Juan, etc. A quienes eligieron y aceptaron su llamado, Cristo dedicó sus tres años y medio de ministerio. Jesús caminó sobre la Tierra predicando las buenas nuevas del reino, realizando milagros y llevando a cabo su trabajo mesiánico. Pero además de esto, el Salvador dedicó todo su tiempo a sus discípulos. Les enseñó de manera privada, oró con ellos, comió con ellos, modeló el ministerio, reveló el Evangelio, los corrigió, les dio poder, y los envió a una misión. El Señor Jesús invirtió en sus vidas para que cuando su tiempo en la Tierra terminara, ellos continuaran con la misión que él había comenzado.
Cristo fue intencional en la multiplicación en la vida de sus discípulos
Luego de esos tres años y medio, Jesús murió y resucitó. Había terminado el tiempo de su ministerio en la Tierra, pero su misión recién estaba comenzando. Fue en ese momento en el tiempo que Cristo les dio una orden directa a sus discípulos. Mateo 28:18 al 20 registra la declaración de misión más grande que el Maestro de Galilea pronunció en la Tierra.
La Gran Comisión no fue una sugerencia para sus discípulos. Fue la revelación del gran plan de Dios para su iglesia: “¡Hagan discípulos!” El Salvador resucitado les dijo a sus discípulos que fueran, bautizaran y enseñaran; pero el resultado de todo era hacer discípulos. “Ir” era importante. También “bautizar” y “enseñar”. Pero el plan era que sus discípulos fueran e hicieran más discípulos, quienes harían lo mismo como testigos de Dios hasta el fin del mundo.
Jesús quería, y todavía quiere, que sus discípulos hicieran lo mismo que él hizo con ellos: invertir en la vida de otras personas y hacerlos discípulos que fueran por todo el mundo haciendo más discípulos para el Reino. Ellos se tomaron en serio ese mandato, y lo cumplieron. La Palabra de Dios dice en Hechos 6:7: “Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”.
Los discípulos dedicaron sus vidas al cumplimiento del mandato del Señor de hacer discípulos que también hicieran su parte y continuaran haciendo más discípulos aún. Este plan divino no ha cambiado. El sueño de Dios para sus hijos sigue siendo exactamente el mismo. Dios quiere que cada uno de nosotros lo siga como hicieron sus discípulos, dedicando nuestra vida para multiplicar en la vida de otros, y que ellos también puedan crecer en la experiencia del discipulado. El gran plan de Jesús es que este proceso continúe hasta la Segunda Venida.
Un gran ejemplo a seguir: la historia de un discípulo moderno
Rogelio Llaurador es un ejemplo de un discípulo que ha comprendido muy bien la definición de la Gran Comisión. La historia de este gran siervo es muy inspiradora. Rogelio no nació en un hogar religioso, y el evangelio no fue parte de su formación temprana. A los 20 años comenzó una nueva etapa en su vida. Se casó y se alejó de ese ambiente no religioso.
Años más tarde, en 1961, Rogelio se mudó con su familia a Queens, Nueva York. Visitó en varias ocasiones la Iglesia Adventista, pero nunca nadie tomó la iniciativa de preguntarle si conocía a Jesús, o si le gustaría conocerlo. Todo asumieron que lo conocía. Fue después de muchas visitas a la iglesia que, finalmente, un “discípulo convencido de la Gran Comisión” le preguntó a Rogelio si conocía a Jesús o si le gustaría conocerlo. Ese mismo día, no durante el sermón, ni durante la Escuela Sabática, sino en una conversación en un pasillo, Rogelio tomó la decisión de conocer más sobre Jesús.
Cada martes llegó a ser un día especial, porque ese “discípulo comprometido” visitaba a Rogelio, pasaba tiempo con él, compartía y aprendían juntos sobre el Salvador. Con el pasar del tiempo, Rogelio comenzó a conocer y a confiar en Dios como nunca antes. Su decisión a bautizarse fue lenta, pero poco a poco estaba creciendo espiritualmente. Durante todo este proceso, el “discípulo comprometido” nunca lo abandonó.
Pasaron los años, y un día Rogelio sintió que Dios tenía otros planes para él y que lo estaba guiando a mudarse a otra ciudad. Se mudó a Orlando, Florida. Providencialmente, cuando Rogelio estaba en Orlando, Dios puso en su camino a un joven llamado Frank González (quien llegó a ser el orador del ministerio “La voz de la esperanza”). González se hizo amigo de Rogelio y lo invitó a visitar su iglesia. Cuando Rogelio llegó a la iglesia, se sorprendió de lo bien que lo recibieron, y de cuán aceptado y amado se sintió desde el primero momento. Ese amor y amistad intencional llevaron a Rogelio a tomar la decisión de entregarle el corazón al Señor con el bautismo. En noviembre de 1976, Rogelio decidió entregarle la vida a Dios y convertirse en un discípulo de Jesús. Desde ese momento, tuvo el deseo de dedicar su vida a traer a otros a experimentar el amor de Dios. De ser un colportor a ser uno de los pioneros de la iglesia adventista de Westchester en la ciudad de Miami, Rogelio dedicó su vida a seguir a Cristo como discípulo, y a hacer discípulos.
Rogelio, un discípulo que multiplica
Conocí a Rogelio hace un tiempo, como resultado de su participación en un proyecto que implementaron la Southern Union y la Florida Conference. El proyecto buscaba equipar a ancianos de iglesia para tener un rol más significativo en la misión de la iglesia y, al mismo tiempo, servir como modelos de discípulos para la congregación local. Este proyecto anual autoriza a ancianos de iglesia a, en una fecha establecida, bautizar a aquellos en quienes han invertido tiempo y trabajo. Este proyecto ha sido una bendición en nuestro territorio, y el primer año que lo llevamos a cabo (2017), la Florida Conference bautizó a más de 150 personas.
Rogelio ha sido uno de los ancianos que, desde entonces, cada año ha bautizado almas preciosas. Solo en los dos últimos años, Rogelio bautizó más de veinte personas. Él tiene la visión de un discípulo que busca multiplicar. Su ejemplo en la iglesia ha sido impresionante. La pasión y el compromiso de Rogelio por la Gran Comisión es evidente, y digno de imitar.
Mientras hablaba con él un día, le pregunté cómo hizo de la Gran Comisión su forma de vida, y cómo traía a tantas personas a Cristo. Su respuesta me impactó mucho. Rogelio dijo: “Primero, oro a Dios cada día pidiéndole que ponga a alguien en mi camino con quien pueda hablar sobre él; pero Dios nunca me ha dado solo una persona… siempre son más de una. Y le pido a Dios que me de gracia ante la gente. Segundo, nunca me pierdo una oportunidad de compartir a Jesús con las personas que cruzo, y siempre busco servir”. Él continuó diciendo: “Nunca doy por sentado que las personas conocen a Jesús. Les pregunto si lo conocen. Hablo con Dios sobre cada persona que conozco. El último bautismo que hubo en la iglesia hispana de Westchester fue el de un hombre que conocí en la clínica. Nos hicimos amigos, y terminamos hablando sobre Dios. A partir de esa amistad, comenzamos a estudiar la Biblia. Luego de varios meses, ese amigo vino a la iglesia y decidió ser bautizado. Lo tercero que hago es interactuar con las personas, algo que me encanta hacer, aún cuando todavía no han tomado una decisión por Jesús. Más tarde, luego de que se bautizan, interactúo con ellos aún más. Intercambio mensajes de texto cada día con amigos que no son de la iglesia porque quiero que ellos sepan que son valiosos para Dios. Envío promesas de la Biblia y, de nuevo, cuando se bautizan, continúo la amistad e interactúo con ellos frecuentemente, estudiando la Biblia, conociendo a Jesús en mayor profundidad juntos, orando, y hasta enseñándoles cómo funciona la Iglesia Adventista. Quiero que sepan cómo se manejan los diezmos y cómo pueden involucrarse en el liderazgo eclesial. Los animo a participar en la toma de decisiones, en reuniones administrativas, y a compartir su fe y a su Salvador con otros”.
Mientras pensaba en las palabras de Rogelio, una vez más confirmé en mi corazón que ser un discípulo que multiplica es la única manera de vivir el Evangelio, para el cristianismo y para el adventismo. Escuchar la pasión con la que este hombre me hablaba, y su historia de conversión me hicieron pensar que esa debería ser la experiencia de cada creyente. Estoy convencido de que Dios nos llama a vivir la Gran Comisión y no a hacer de ella una actividad ocasional. ¡Dios quiere que seamos discípulos que multiplicamos!
Abdiel Del Toro es el vicepresidente de ministerios hispanos de la Conferencia de Florida.
Este artículo es un extracto del libro Multiplica. El libro Multiplica es un regalo de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana a todos los pastores y pastores voluntarios laicos. Para obtener el libro sin costo, comuníquese con el Director Ministerial o Coordinador Hispano de su Conferencia.