Un misionero en su vecindario

Me encantan los viajes misioneros internacionales. Disfruto de viajar a otro país, encontrarme con gente que es diferente a mí, aprender de una nueva cultura y satisfacer las necesidades de la comunidad, mientras cumplo al mismo tiempo el mandato de Jesús de ser su testigo “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). 

            He estado dirigiendo viajes misioneros internacionales por muchos años, y he sido testigo de primera mano de la manera en que un viaje misionero no solo impacta a los que son objeto del servicio sino que también transforma las vidas de los participantes. En efecto, “más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

            A pesar de ello, por más gratificante que resulten los viajes misioneros internacionales, no pueden cumplir el mandato de Jesús por sí mismos. Jesús envió a los discípulos hasta “los confines de la tierra”, pero también los envió a “Jerusalén, Judea y Samaria”. En otras palabras, Jesús envió a sus discípulos para que sean misioneros en sus propias ciudades, que compartan su fe con sus vecinos y familias. Un viaje misionero internacional puede ser una experiencia maravillosa, pero cuando regresamos a casa, tenemos que recordar que Jesús también quiere que sirvamos en nuestra comunidad local.

            Nuestra manera de servir en el extranjero puede ser encaminada y replicada en el vecindario donde se encuentra nuestra iglesia. Existen muchas maneras relevantes de servir a la comunidad, el vecindario, y nuestras familias. 

            Seamos prácticos: El año tiene 52 semanas. Si un viaje misionero internacional lleva dos semanas, ¿qué estamos haciendo durante las cincuenta semanas que quedan? ¿Vamos a esperar simplemente todo el año para servir a alguien? En todas partes hay sufrimiento y necesidades, no solo en los países en desarrollo. Es nuestro deber servir donde quiera y cuandoquiera exista una necesidad.

            “No todos serán llamados a servir en el campo misionero, pero pueden ser misioneros en su hogar, con sus propias familias y en sus vecindarios”. No tenemos que viajar hasta el extremo del mundo para ayudar a un necesitado; podemos hacerlo allí mismo donde vivimos. Nuestro deseo de servir a Dios no puede limitarse a los viajes por el extranjero. “Los deberes para con la familia y para con los vecinos constituyen el primer campo de acción de los que quieran empeñarse en la elevación moral de sus semejantes.” 

            Hace algunos años, mi familia y yo comenzamos “Mi ciudad, mi pasión”, un proyecto que organiza y promueve viajes misioneros locales, al tiempo que empodera a los jóvenes. Además de brindar oportunidades locales de servir, empoderamos y equipamos a los participantes con habilidades de liderazgo, el ministerio de la compasión, el evangelismo, el discipulado y el desarrollo espiritual y del carácter. Mediante actos simples de compasión y servicio, esos jóvenes pueden tocar corazones y se ven bendecidos con el espíritu del servicio. El evento abarca diez días, durante los cuales se alojan en una iglesia local, aprenden de mentores experimentados y sirven a la comunidad.

            Durante los últimos cinco años, los participantes han trabajado en decenas de proyectos. Han participado de actividades gratuitas como pintar la cara de los niños, limpiado caminos y parques, ofrecido actividades en los parques comunitario, alimentado a las personas sin techo, distribuido impresos de evangelización, y hablado con los vecinos sobre las actividades de la iglesia, además de asociarse con organizaciones locales.

            Este año, “Mi ciudad, mi pasión” fue organizado por la iglesia de Ellicott City en Maryland, donde sirvo como pastor principal. Tuvimos más de cincuenta participantes que representaron siete estados. Llamaron a las puertas e invitaron a las personas para participar de estudios bíblicos, limpiaron las calles de Baltimore, se asociaron con una organización local para limpiar un jardín comunitario, fueron capacitados en liderazgo y discipulado, y cada día escucharon mensajes inspiradores que les ayudaron a estar más cerca en su relación con Cristo.

            Sí, los viajes misioneros locales son posibles y necesarios. “Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero”. Somos llamados a ser misioneros, no solo porque viajemos a otro país, y no debido a una ubicación geográfica en particular que nos llame a ser misioneros allí. A los ojos de Dios, somos misioneros porque lo servimos doquiera estamos, donde él nos necesita, ¡aun en nuestro propio vecindario!

Paulo Macena, es el pastor de la iglesia Adventista Ellicott City en la Asociación de Chesapeake.

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