El Seguimiento de Interesados por Medio del Bautismo y el Discipulado
Misty tenía 11 años y era la hija de un ministro bautista. El esposo actual de su mamá también era un expastor laico de tradición bautista. Ella y su familia ya no eran activos en ninguna fe. Cuando ella respondió a un llamado a ser bautizada como alumna de un colegio adventista, durante una semana de énfasis espiritual, nos sentimos felices por ella e inmediatamente acordamos una visita a ella y a sus padres. En esa visita Misty nos expresó que quería ser adventista del séptimo día. Ella ya había hablado sobre esto con sus padres y ellos estaban preparados para apoyar su decisión.
Como parte de la preparación para su bautismo, el capellán del colegio y yo trabajamos con Misty para escribir un corto mensaje y un llamado a que otros respondan al llamado de Dios a sus vidas. Aprendí hace muchos años que un sermón no es sermón sin un llamado. Sin un llamado, es solo una disertación. Llegó el día, ella habló, hizo el llamado y fue bautizada. En su llamado, otros respondieron y, en los siguientes meses, fueron bautizados. ¡Ella hasta ayudó a darles los estudios bíblicos!
Varias semanas después Misty me preguntó si podíamos planear una visita a su casa para hablar con su madre. Nosotros no lo sabíamos, pero Misty había estado teniendo conversaciones con su madre y animándole en su viaje de fe. Esta hermosa jovencita decidió que era hora de que su madre tomara la decisión de entregar todo a Dios de nuevo, esta vez de forma definitiva. Llegamos a su casa, oramos antes de entrar, y la familia fue tan amable como siempre. El capellán con quien estaba trabajando se sentó y, luego de una conversación cordial, se dirigió a la madre y le dijo, sin rodeos: “Misty nos dice que cree que estás lista para tomar la decisión de seguir sus pasos y ser bautizada. Yo estoy de acuerdo con ella. Estás lista, y me gustaría que pusiéramos una fecha para el bautismo”.
Esta era una situación en la que valía todo. El silencio era ensordecedor, hasta que llegó la respuesta. “Si, lo estoy”. De pura curiosidad le pregunté cómo se sentiría su esposo sobre esto. Su respuesta fue increíble: “Tengo que presentarme ante Dios sola. Mi hija estuvo dispuesta a tomar su decisión y ahora yo estoy dispuesta a tomar la mía y ser parte de la Iglesia Adventista”. Quedé sin palabras y no pude hacer otra cosa que saltar de mi asiento y abrazarla.
¿Y si no hubiéramos hecho aquel llamado al bautismo en el colegio? ¿Y si Misty no hubiera hecho su llamado en la iglesia? ¿Y si no hubiera habido llamado en esa casa? Hay tres grandes lecciones de esta experiencia que quiero compartir contigo. Creo sinceramente que si pones en práctica estos elementos en tu ministerio tendrás más éxito en el evangelismo de lo que cualquier presupuesto podría pagar.
1. Realiza llamados al bautismo como parte de la cultura ministerial local.
2. Organiza tu plan de conservación como parte del proceso de cosecha. Esto hace que el evangelismo sea transformador y no transaccional.
3. Identifica los puntos de conexión en tu iglesia, a los que la gente se unirá y con los que crecerá.
Cuando se hacen llamados regulares, llega a ser parte de la expresión ministerial local. Debemos hacer todo lo que podamos para nutrir un ambiente que sea conductivo a una respuesta; pero la respuesta siempre ocurre por el poder del Espíritu Santo. Esto quiere decir que nuestra responsabilidad no es la convicción, sino la proclamación. No tenemos que tratar de llevar la carga del éxito en base a la cantidad de gente que responde. Misty y el capellán se habían acostumbrado a que se hicieran llamados, y su método para discipular a quienes los rodeaban también incluyó un llamado. Si tu ministerio ha sido insincero y solo trataban de obtener una decisión por los números, una respuesta negativa es un fracaso. Sin embargo, si estás haciendo un llamado sinceramente, para conectar un corazón errante al amante Salvador, una respuesta negativa no detendrá el ministerio. Me han dicho que no más veces de las que puedo contar, pero no dejé de amar, preocuparme y visitar. Y eso es así porque el llamado no es una medida de tu poder de persuasión. El llamado es cómo expresas tu confianza en lo que acabas de compartir sobre el poder del Evangelio.
En 2003 llevé adelante una de las reuniones de evangelismo público más grandes en Norteamérica. Entre los dos lugares, había bastante más de 5.000 personas, en Georgia. Invité a un jugador de NFL y a una celebridad televisiva a compartir sus testimonios. Prediqué el mensaje de la Segunda Venida y terminé con un llamado. Fue terrible. Casi nadie respondió, y me sentí avergonzado luego de todo el esfuerzo que había puesto en ese evento. Cada noche seguí predicando y haciendo llamados; y al final, ese verano 76 personas fueron bautizadas como consecuencia de ese evento. Uno de los ancianos de mi iglesia se me acercó y me dijo algo que nunca olvidaré: “Pastor, sé que usted pensó que muchas personas acudirían al llamado al bautismo aquella primera noche. Se sintió desanimado, ¡pero mire lo que hizo Dios! Nos bendijo porque usted continuó fielmente haciendo los llamados. Dios no nos bendice por nuestros planes, nos bendice por nuestra fidelidad”. Sé fiel en hacer llamados. No lo lamentarás.
Escuché la siguiente historia hace unos veinte años. “Un joven ministro se acercó a un gran evangelista con una pregunta. Le preguntó por qué tantas personas respondían a sus llamados. El veterano experimentado le preguntó: “¿Esperas que haya personas que respondan cada vez que haces un llamado?” El joven predicador dijo: “No, no cada vez”. Entonces, el evangelista respondió: “Ese es tu problema. Siempre hay personas que necesitan al Salvador. Él siempre las está llamando a que vengan al hogar y, en el llamado, tienes que asegurarte de que ellos lo sepan”.
En la reunión de oración, la Escuela Sabática, reuniones de los Conquistadores, funerales, visitas domiciliarias, estudios bíblicos, y en cualquier otro lugar en que puedas, siempre haz un llamado. La Palabra de Dios es poderosa, y cuando se la presenta, merece una respuesta. Aún cuando no preparé demasiado bien mi sermón, hago un llamado, porque quizá nunca vuelva a tener la oportunidad de hacer el llamado, y las personas en la audiencia quizá no tengan otra oportunidad de oírla. Si prestas atención al ministerio de Jesús, verás muchos llamados. Me encantan las simples primeras tres palabras de Mateo 11:28: “Vengan a mí...". Si tu sermón o estudio no tiene esto en él, puede que estés errando el tiro. Ahora, consideremos la importancia de organizar el plan de conservación como parte del proceso de evangelismo.
Desafortunadamente, muchas iglesias organizan su evangelismo como eventos. Se conectan y desconectan como la transmisión de un auto. El evangelismo debe entenderse como el motor, y no la transmisión. La iglesia está “encendido” en el proceso de ganar almas, o está “apagada”, como el motor de un vehículo. Por tanto, se debe planean la conservación junto con las diferentes fases del evangelismo. No ganamos en bautismos; ganamos en el seguimiento. Si los esfuerzos posteriores a una serie de reuniones o al ministerio de evangelismo no reciben tanta atención como el evento en sí mismo, lo más seguro es que pierdas a la mayoría de quienes tomaron esa decisión. En algunos casos, hubiera sido mejor no llevar a cabo un evento de evangelismo antes que hacerlo sin un plan de conservación. No hacer ese plan es negligencia espiritual.
“El bautismo no es el fin del evangelismo. Una vez que las personas han encontrado el conocimiento de este maravilloso mensaje adventista, el siguiente paso es traerlos a una camaradería completa con la iglesia e invitarlos a un caminar hacia el discipulado, por medio del evangelismo activo. ¡El evangelismo transformador nunca termina! Es un ciclo que continúa para siempre”. Probablemente hay maneras innumerables de hacer esto. Me gustaría compartir mi propia forma de crear Puntos de conexión para remediar esto. Yo creo que seguir esta estrategia tiene el potencial de “cerrar la puerta de atrás” de la iglesia, por la que tantos se han alejado de su nueva fe.
Los Puntos de conexión son donde las personas se conectan y experimentan una camaradería completa con la iglesia local. Un punto de conexión debe tener las siguientes tres características para ser un lugar adecuado al que conectarse y por el cual crecer:
1. Ser colaborativo por naturaleza.
2. Nutrir el crecimiento espiritual.
3. Estar orientado a la Gran Comisión.
El ministerio colaborativo debe incluir múltiples líderes de ministerio y miembros del equipo. Esto puede ser interno o externo. El ministerio joven es un gran ejemplo. En un contexto más tradicional, los líderes de Conquistadores, de escuela sabática de jóvenes y del ministerio de la familia son quienes deberían organizar los esfuerzos para alcanzar a los jóvenes. Esto fomenta un ambiente de equipo, enfocado en una población demográfica específica. Los esfuerzos deberían incluir a todos los jóvenes en la comunidad, y no solo a los que son miembros de la iglesia. ¿No son los jóvenes de la comunidad tan importantes como los que asisten a la iglesia? Se deberían coordinar en conjunto los eventos, los momentos de adoración y los estudios bíblicos. Esto presenta un frente unido de trabajo para discipular a los jóvenes. Esta estrategia también provee un mayor nivel de consistencia en todos los frentes, para un ministerio tan importante como el ministerio joven.
Es importante notar que los días del “ministerio territorial” deben llegar a su fin rápida y abruptamente. Si tienes líderes de ministerios en tu iglesia que no trabajan bien con otros en función de un bien mayor, deberías hablar seriamente con ellos y ayudarlos a encontrar un área de servicio que requiera una limitación adecuada (o nada de interacción) con otros. Hablando en serio, si tienes líderes de ministerios que solo hacen lo que a ellos les parece bien, tienes un problema más profundo de lo que podemos abordar en este corto capítulo. Todos los líderes y miembros de equipo de la iglesia local deben demostrar un espíritu dispuesto a trabajar juntos. Nada arruina más algo bueno como un miembro de equipo tóxico. No es fácil, pero busca maneras de lidiar con esto para que pueda haber una colaboración saludable. Cuantos más filtros humanos pueda sobrevivir una idea, mejor puede llegar a ser.
John T. Boston II es director asociado del Instituto de Evangelismo de la División Norteamericana de la Universidad Andrews. Es responsable de las escuelas de campo y la educación de evangelización pública en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día y en toda la División de América del Norte. También se ha desempeñado como evangelista escolar para la Conferencia del Norte de Nueva Gales del Sur en Australia. Tiene una licenciatura en teología ministerial de la Universidad de Oakwood y una maestría en artes en paz y justicia social con énfasis en acción interreligiosa de la Universidad Claremont Lincoln. Actualmente está inscrito en el programa de Doctorado en Misiología de la Universidad Andrews.
Este artículo es un extracto del libro que está recientemente disponible, llamado: Multiplica. El libro Multiplica es un regalo de la Asociación Ministerial de la División Norteamericana para todos los pastores y pastores laicos voluntarios. Para obtener el libro sin costo alguno, contacte al director ministerial, o a la secretaria de su conferencia local.